domingo, 30 de junio de 2013

Examen de conciencia

No soy hombre de mal humor. No. No es cierto que lo sea, como dicen por ahí. Pero el sólo hecho de tener que hacer esta declaración sobre mi carácter, me saca de las casillas. No hay derecho: me pone de un humor pésimo, exploto, doy un mordisco al lápiz con que escribo esta aclaratoria, araño el escritorio, pateo el cesto de los papeles que va a rebotar contra la pared del fondo, me arranco indignado un puñado de pelos de la nariz con la derecha y otro de la oreja con la izquierda, me meso los cabellos con furia, carraspeo, toso, escupo finalmente en la escupidera de bronce de la oficina que se pone a bailar con el impulso del escupitajo y se me pasa, viéndola lo alegre que da volteretas. Bien: ¿he demostrado o no que soy un hombre de buen humor?

Baica Dávalo 
fuente: http://minisdelcuento.wordpress.com/


sábado, 29 de junio de 2013

Hallazgo nocturno

Entro a mi habitación que está, como de costumbre, oscura y fría. Me desvisto en las tinieblas y recorro el conocido camino hasta mi cama que, lógicamente, debía estar vacía, pero con extrañeza descubro que hay alguien en ella.

La primera sensación es, por supuesto, de sorpresa; me repongo al instante y, procurando no despertar al durmiente, hago girar el interruptor de la luz, iluminando perversamente todo el cuarto.

Veo entonces que soy yo la que está acostada en la cama, pero tengo demasiado sueño para sorprenderme de este descubrimiento. Trato de despertar a la que duerme, de echarla a un lado, de hacerla comprender que estoy cansada, que necesito dormir, pero todo es inútil. Hastiada de esfuerzos estériles, me resigno a aceptar esta presencia, en cierta forma extraña, y me acuesto dulcemente a su lado.

Ángela Martínez 
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viernes, 28 de junio de 2013

Monólogo del atardecer

Para comenzar digamos que soy Samuel Gordiani, inquilino de varias semanas en éste, el mejor hotel de la ciudad. Digamos que estoy aquí por razones puramente comerciales, que he tenido más éxitos del esperado y que hoy viernes he concluido bastante temprano en la tarde dimisión de mercadear los fabulosos productos cosméticos de la Casa Ardina. Me encuentro aquí en el tranquilo bar del Hotel sorbiendo sin mucha premura un martini preparado con auténtica vodka rusa. Digamos que estoy leyendo en el diario vespertino los últimos acontecimientos; sobre todo, digamos que tengo una comprensión sobrepromedio de la política y la economía, tanto a nivel insular como internacional, y que, de no ser por este afán de correrías, hubiera podido ser un auténtico profesor universitario. Digamos, que estoy entregado a la lectura con el entusiasmo del hombre que ha terminado todas las preocupaciones de la semana, que estoy sumamente tranquilo y escucho la música lejana de algún transmisor radial. Digamos, por fin, que usted entra al bar y sin media palabras, con pasmosa tranquilidad, saca, sin saber de dónde, su revólver Magnum 44, dispara a quemarropa, y caigo, sin decir palabras, sin despedirme, tendido en el periódico de la tarde.

Angel Maldonado
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jueves, 27 de junio de 2013

Por no tener una escoba

A un costado de la vía muerta, cerca de la estación del ferrocarril, hay un galpón abandonado, y en el fondo del galpón unos paquetes sucios mal envueltos, y al lado de los paquetes una vieja cubierta de trapos y sentada en el suelo.

Por la puerta abierta del galpón entra el sol y entra un gato que se sienta y prolijamente se lava la cara.

Desde dentro del montón de trapos que la envuelven, la vieja recuerda una de sus cosas de vieja: “Cuando un gato se lava la cara, vienen visitas, si se pone una escoba detrás de la puerta, la visita se va”. Pero en el galpón no hay escoba y la visita parada en la puerta tapa el sol y el galpón se oscurece, y la vieja se enfría dentro de su montón de trapos.

Ángel J. Reta 
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Al fin

Y tratando de ser feliz murió, y al fin lo fué.

Daniel León.


miércoles, 26 de junio de 2013

El Hipo

Ingirió de un tirón y sin tomar aliento un vaso de agua fría. Tomó mil medicinas amargas. Vio en su cama una calavera macabra. Pero, su Hipo no cesaba.

Contempló el cuerpo desnudo de una diosa sin par: su Hipo persistía. Trató de quitarse la vida: su Hipo desvió el arma.

Comprimióse los globos oculares, poniendo un grito en el cielo. Irritose la úvula hasta obtener un reflejo, muy lleno de náuseas. Practicó una expiración forzada y prolongada, con la boca cerrada y la nariz pinzada. Su Hipo continuaba.

Administróse barbitúricos, de los que sedan y sedan. Inhaló CO2, respirando por la vía bucal a través de un tubo de cristal. Dióse un lavado de estómago. Inyectóse novocaína: su Hipo no cedía.

Leyó la definición de Hipo: “Es una contracción espasmódica crónica del diafragma que se acompaña de una obstrucción brusca y sonora de la glotis”. Su Hipo persistía.

Díjole el cirujano: “Su caso es prolongado e irreductible. Tengo que practicar la cocainización y aplastamiento del frénico”. Al oír este fúnebre canto, curóse el paciente como por encanto.

Ángel Consuegra Marín

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lunes, 24 de junio de 2013

La boda

Marcelita nunca había tenido un pretendiente tan asiduo; toda la casa estaba alborotada con la perspectiva de aumentar el gremio familiar con este ejemplar; formal, atento, bien vestido, y lo mejor de todo, con una billetera siempre bien provista y un reflejo rapidísimo para sacarla en el momento oportuno.La Tía Rita quedó conquistada definitivamente, cuando una tarde se presentó Carlos cargando una jaula dorada en la que introdujo su pareja de cotorritos consentidos; nunca había encontrado Don Ismael oyente más atento y silencioso que este muchacho, que a todo decía que sí durante sus largas peroratas sobre política mundial; Teresita opinó que era un “cuáis a todo dar” al verse obsequiada con el último hit de los Totonac´s Co.; Doña Teresa se enternecía a las lágrimas al ver el fervor de su futuro yerno cuando asistía al oficio dominical; la única que le encontraba un “pero”, era Marcelita; le parecía un poquitín frío, distinto a los demás muchachos que antes había tratado, pero sus comentarios fueron acallados por un torrente de ira colectiva, en la que fue declarada por unanimidad inmadura y frívola; ¡cómo osaba comparar Carlos con la serie de greñudos que antes la cortejaron!… Era el colmo. Lo que acababa de vencer su resistencia, era la mirada casi patética que le dirigía cuando decía lo mucho que la necesitaba y lo que significaba para él su posesión; ese recurso no fallaba; Marcelita se sumergía en un pantano de ternura y condescendencia. Llegó el día esperado por todos; cómo rabiarían los vecinos viéndola toda de blanco rumbo a la iglesia. Papá y Mamá estaban pletóricos de felicidad; su cometido como padres había llegado a feliz término; la entregaban en el templo, con todo el bombo requerido (previo ajuste de tarifa con el Sr. Cura). ¡Qué más se podía desear!

Noche de bodas, Marcelita estaba tensa; los anticipos que le había permitido a Carlos habían sido tan pocos y tan tímidos, que la perspectiva de ser poseída, la estremecía; se puso el atuendo de rigor: camisón nylon, negligeé, babuchas de pelito de conejo y Chanel No. 5 en todos los sitios que se le ocurrieron. Carlos pasó al baño e inició también el ritual; a los 5 minutos salió y Marcelita al verle creyó estar volviéndose loca: ahí estaba él; completamente verde, con dos antenas a los lados de la cabeza y un enorme ojo en la mitad de la frente.

Águeda Delmar

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domingo, 23 de junio de 2013

El calendario

La tienda era antigua, de madera oscura, casi vacía. Ahora, en los grandes almacenes la vista se nos llena de colores y de mercancías, pero antes, había un prestigio donde los productos no se nos metían por los ojos, simple y llanamente la gente iba a buscar algo y todo debía estar en perfecto orden para encontrar un bies de color carmesí pálido o un encaje de Holanda de tres centímetros de ancho. Y desde entonces, desde ese entonces, desde ese orden antiguo, parecía que la mujer estaba ahí, de diez a ocho, de diez de la mañana a ocho de la noche, viendo a través de la vidriera, robando una rebanada mínima, pequeña, de cielo por la puerta, que se colaba apenas entre el marco, el poste, el eterno edificio de enfrente y el semáforo.

Se veía tan polvosa como los estantes, sólo era diferente en sus ojos, donde estaba estancado el sueño de salir a la calle y no volver a estar bajo ningún techo, de viajar plenamente en otras calles, en alguna colonia de las que hacía mucho escuchaba. Los domingos parecía que iba a retomar la vida, empezaba a contar el día por el tiempo suficiente para ir al parque o al mercado, y no por veinte pesos vendidos o faltantes en el corte.

Para ella cualquier cambio habría sido un milagro, hasta recargarse en otro sitio, en otro punto de la tienda, no donde la madera estaba lisa y se acomodaba a su brazo, pero nunca había probado a ver otro punto del cielo que el señalado, tal y como se ve en el calendario.

Aurora Mosso M

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sábado, 22 de junio de 2013

Iniciación

También a él le dolió el cuerpo al penetrarla. Aunque se desmoronaron sus contornos, ella se humedeció aceptando. Mientras el aire despejaba aquel vaho caliente y sus ojos se desempañaban, el hombre metió la mano en el orificio desmigajado sin tocar la herida y allí regó el puñado de semilla… Entonces arrimó las dos manos sobre el mango de la pala dejando caer su quijada para descansar.

Aura White

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viernes, 21 de junio de 2013

Viudez

Al amanecer del domingo las gallinas cacaraquearon escandalizadas e interminablemente.

La gente dijo que era porque habían visto la Muerte. Ese día, al almuerzo, comimos “Gallo al Vino”. 

Arturo Medrano

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jueves, 20 de junio de 2013

Inocencia

La ciencia está tan adelantada que en la ciudad de París nacen los niños por medio de computadoras y probetas. Cuando los niños preguntan de donde vienen, los padres, como siempre, por eso de la “inocencia”, responden con una mentira: Los niños vienen del vientre de las mujeres.

Armando Vallejo Garamendi

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miércoles, 19 de junio de 2013

Lavado

Cada noche, cuando me lavo las manos si lo hago con agua tibia (con agua fría nunca sucede), mis dedos escapan uno por uno, y se ponen a nadar en el lavabo y remontan la corriente de la llave, cual pequeños y morenos salmones. Al ver esto me desespero, y trato de atraparlos, siempre con infinitos e infructuosos esfuerzos pues no tengo dedos (todos están nadando) con que retenerlos: después lloro, y al oírlo mi madre entra y jalándome una oreja, me dice: “Oye bien esto, loco, si vuelves a sacar de su estanque los peces de tu tía y los enjabonas y te los quieres poner en los dedos, no te dejaré salir de tu cuarto en un mes”.

Armando Carrillo

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martes, 18 de junio de 2013

La excursión

Sentado sobre la estrecha pared de piedra que bordeaba el dique, vieron a un rubiecito delgado y serio. De unos ocho años de edad. El embalse inmenso, allá abajo, era un abismo impresionante para los turistas, que se estremecieron al ver al chico con las piernas colgando sobre el vacío.

 —Pero, ¿de quién es esa criatura? —preguntó una señora. Nadie le contestó.

 —¿Con quién estás, decime? ¿Dónde vivís?

 El rubio se dio cuenta, despacito y la miró con sus ojos grandotes, que reflejan el celeste de las aguas del lago.

—¿Y cómo te dejaron subir ahí? —insistió la señora.

Sin hablar, el chico se paró sobre el muro.

—¡Pero te vas a caer! —exclamó ella, extendiendo los brazos.

El rubiecito echó a correr por el cerco del dique. De pronto se detuvo y juntando los brazos sobre la cabeza, se lanzó al vacío. Todos gritaron y luego se inclinaron sobre la pared. A medida que el chico caía, lo veían con menos claridad, como si se fuera haciendo transparente. El agua no se abrió para recibirlo: desapareció en el aire. La gente miraba consternada.

El chofer del micro tocó la bocina.

—¡Ya salimos! —anunció. Los pasajeros fueron subiendo lentamente.

La señora bufó, enojada: —¡Ya no saben que hacer para atraer al turismo!

El ómnibus arrancó y se perdió en la distancia. El rubiecito, sentado de nuevo en el cerco de piedra, miraba distraído el lago.

Armando Beilin

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lunes, 17 de junio de 2013

El loco

Camino por las calles, desamparado, perdiendo el tiempo. Las horas de estos días han sido muertas. A veces, me detengo a mirar el cielo, pensando: ya va a llover… y corro a esconderme en alguna librería. No es mi intención comprar libros, tan sólo quiero mirarlos, pasearme entre ellos, tocar sus cubiertas como por descuido, y verlos sin alegría, con pereza, tiernamente aburrido.

¡Tantos volúmenes de enciclopedias, tantos ejemplares de novelas, tantos estudios que jamás llegaré a leer! ¡Toda esa letra impresa que, desde este momento, sé que es letra muerta para mí! Y así es lo mismo con las cosas y con la gente, pues desde que me abandonaste el mundo ya no es importante… Y odio cada objeto que me rodea y odio a las personas que, torpemente, se cruzan en mi camino. Los detesto, en suma, porque ninguno te tiene, y no me dan paz ni llegan a cubrir este hueco que has dejado en mí. Es como si estuviera muerto caminando entre los muertos.

Antonio Puertas

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domingo, 16 de junio de 2013

La muerte

De pronto se achicó hasta arañar el polvo; luego se agigantó haciéndose horrenda. Más adelante se adelgazó hasta desaparecer en una línea, para de improviso surgir amenazante, poderosa, abarcando todo. No resisto más su compañía.

¿Quién la detendrá? Me sigue a todas partes pisándome los talones. Se adelanta juguetona a mis pasos y de improviso desaparece entre mis piernas. ¡Es para enloquecer!

La ayuda no se hizo esperar, vino el eclipse… La sombra murió.

Antonio García Zorozúa

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sábado, 15 de junio de 2013

Génesis

Llevó Dios todos sus proyectos a la práctica. Separó tinieblas, abismos, precipicios, reglamentó mares, encausó ríos, puso simientes y en abierta expansión, dejó volar las aves.

En el sexto día todo era bueno y salió a caminar. Llegado el mediodía el sudor perlaba su frente; hizo Dios un alto en el camino para mirar el intenso azulear del día y se limpió el sudor con el dorso de la mano; dos gotas cayeron y formaron lodo con el polvo. De una nació un hombre bello y absolutamente blanco.

Más se sentía un vacío y viendo Dios que no se llenaba, preguntó:
 —¿Y la mujer?

Le contestó el hombre: 
—Llegará tarde, señor; se fue de compras porque no tenía nada que ponerse.

Alma Molina Peñuñuri

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viernes, 14 de junio de 2013

La luz

Estuve ausente quince días, lo que no es mucho, pero a mi vuelta sentí que algo había cambiado. No podía descifrar qué era. Todo era igual y todo era distinto. Empecé a ver cosas que antes no había visto. Nada importante, sino pequeños detalles. Noté una mancha en la pared del hall, hojas secas en los helechos del living, en el baño grande vi un mármol rajado… Cosas que deben de haber estado antes. Me parecía que llegaba a todos lados más temprano, pero no era así. Lo que más me intrigaba era la expresión de Carlos, algo hosca y distraída. Hace tanto que nos hemos casado que nunca pensaba mucho en él. Había dado por descontado que era parte indisoluble de nuestra vida de familia. Creí que yo le estaba dando demasiada importancia a todos esos detalles casi invisibles. Esperaba con impaciencia que Carlos volviese a la tarde, para seguir estudiándolo. Pero fue de mañana que me di cuenta de lo que pasaba. Entre en la cocina a las seis y media como todos los días para calentar el agua para el mate, y me di cuenta que ya no necesitaba prender la luz. “¡Eso es lo que pasa! Los días se están volviendo más largos y el sol alumbra más. Por eso a mi vuelta vi cosas que antes habían pasado inadvertidas”. Por eso desconocía las cosas familiares. ¡Hacía tanto tiempo que no las dejaba! Desperté a Carlos, me pareció que tenía mala cara. Casi no habla. Y cuando se puso el saco del traje vi sobre la tela gris un pelo largo negro. Yo soy rubia. Si no me hubiese ido quince días no lo habría notado.

Alina Molinari

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jueves, 13 de junio de 2013

Simpleza

Lo absorbió tanto la calculadora que se transformó en su memoria, su división, su resta, multiplicación y suma. Así fue feliz hasta que se le terminó la pila.

Alfonso Tapia Landero

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miércoles, 12 de junio de 2013

¡Por favor, atiéndame…!

Y estaban bebiendo, juntos, codo a codo, Esteban, Chon el churrero, José, Pedro, Miguel —picado de viruelas—, Arcadio, Manuel, Tomás —sastre de polendas porfiristas—, Filiberto, Guillermo, Amador —cesante por causas de la pinche política—, Doroteo, Honorio Zacarías —el del retruécano pícaro—, Damián, Torcuato, Gaspar, Celestino, Víctor, Epigmenio —próspero burócrata del partido en el poder—, David, Felipe, Agustín, Emmanuel —“¡son las tinieblas, que presagian el fin del mundo!”—, Chabelo, Héctor, Alfredo, Eugenio, Silverio —¡ole!, le dice a su mujer en ciertos íntimos momentos—, Rogelio, Victoriano, Cesáreo, Ceferino, Mario, Polo —así llamado por sus amistades trasvestistas—, presenciando el alunizaje en el aparato televisor de la pulquería “Las buenas amistades”, cuando en la sala apareció un tipito que con voz ¿aguardentosa? Les dijo “’Hola!”
 —¡Sáquenlo!
 —¡Cállese, cácaro!
 —¡Maldita sea, no interrumpas!
 —¡Me lleva la que me trajo, con éste…!

Y ante la lluvia de injurias de escasa cortesía hospitalaria, el tipito no tuvo más alternativa que introducirse al aparato televisor, a la altura de la escalerilla del módulo “Águila”, dándole un pequeño empujoncito a Armstrong y pensando muy decepcionado “¡Ni modo, no creen que soy lunático!”.

Alfonso Prado Soto

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martes, 11 de junio de 2013

El sistema

El pez de ornato giraba caviloso en su esfera líquida.
Había entrevisto otros mundos, luces, paz y amor y sintió rebeldía.
Firmemente arremetió contra la frágil cáscara de cristal.

¡Qué sensación magnífica romper el sistema!, el agua derramada, el cuerpo desplazándose en duros coletazos sobre la mesa…

Su cuerpo descolorido fue enterrado con sencillez previsora en el bote de los desprecios.

Alfonso Malo Saldaña

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lunes, 10 de junio de 2013

Consagración

Después de la ceremonia, en la que recibió su diploma de postgraduado en El Arte de Estar Solo, murió aplastado por una multitud que acudió a felicitarlo.

Alfonso Esparza


domingo, 9 de junio de 2013

Las breves pasiones

Se buscan los amantes con los brazos estrechados. Esperan impacientes el momento, esa hora ya premeditada en que se reunirán para contemplarse, acariciarse el cuerpo y hacer el amor.

Aguardan en silencio. Uno esta muy cerca del otro y quiere reventarles el corazón, pues saben que las reglas no permiten el encuentro antes del preciso momento, el instante perfecto.

Por fin llega el éxtasis salvaje: se miran dos segundos, se abrazan otros cinco y sin demora descubren sus cuerpos desesperados. Emanarán los secretos de la espera, los ardientes recuerdos que se consumirán nuevamente con prisa.

El minuto pasa. Quisieran confundirse uno en el otro, rebelarse contra el mundo. Pero no hay tiempo de lamentarse. Las tuercas invisibles del destino los arrancan; son separados y deben despedirse.

Largo tiempo esperarán otra pasión.

Miserables manecillas, atrapadas en el infernal, perfecto mundo de un reloj.

Alex Slucki

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sábado, 8 de junio de 2013

De sombras…

Hasta que un día una de ellas se cansó de ir todo el tiempo detrás del hombre aquel, sujeta a sus caprichos y teniendo que sugerirlo, aún contra su voluntad, a donde quiera que él iba; así que lo decidió y se separó del tirano yéndose luego a gozar de su libertad.

Empezó entonces a recorrer el mundo como siempre había soñado, pero se encontró con una serie de inconvenientes tales como que no le permitían entrar sola a los lugares públicos, ni subir a los taxis o sentarse en los parques, ni muchas cosas más por el estilo, lo cual le parecía incomprensible.

Enfadada de tantos inconvenientes y con el sano propósito de reanudar su vida normal, retornó al lugar en donde dejó a su hombre, pero con gran espanto comprobó que éste no se encontraba ahí; y luego de haberlo buscado desesperadamente tuvo que aceptar que su antiguo amo había desaparecido en forma definitiva, por lo que se miró a sí misma, descubriendo que ella también había desaparecido sin haberse dado cuenta en que momento sucedió.

Y desde entonces no se ha vuelto a tener noticia de que en algún lugar del mundo, una sombra pierda a su hombre o que un hombre pierda su sombra.

Alejandro R. Vega G.

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viernes, 7 de junio de 2013

Fotógrafo

Tenía la vista cansada, su único ojo ardía y aunque la visión era turbia (sin lágrimas) la resequedad aumentaba.

El placer consistía en dormir cuando le ponían el párpado en su lugar: soñaba y su imaginación le permitía liberarse de su tortuosa vida.

Jornadas de trabajo de 16 horas continuas, mirando sin querer tantos y tantos documentos e inútiles papeles elaborados por altos funcionarios o absurdos proyectos que de sobra sabía, por la experiencia de años forzada a la misma labor, eran un constante repetir; se negaba a mirar, la obligaban cotidianamente a ese martirio —¿Por qué no soy más pequeña? Se preguntaba ¿Toda mi generación sufrirá lo mismo? ¿Así tratarán a mis semejantes? ¿Cuánto tiempo de vida me queda?

Las enfermedades en este tiempo eran más frecuentes, y no faltaba quien después de maldecirla le daba una patada cuando fallaba en sus labores, así que, además de los manoseos cotidianos todavía la culpaban de algo que ella no podía evitar.

La modelo 7000, de esas fotocopiadoras ocupadas en el gobierno, esperaba inútilmente que alguien la comprendiera.

Alejandro Pastrana Salazar

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jueves, 6 de junio de 2013

Que el mar vista tu cuerpo

No te descubras, me gusta ver como formas olas de cobijas; oye como golpea nuestros cuerpos el oleaje de este mar inmenso que es la cama; aquí donde me ahogas con tu cuerpo, donde podemos sumergirnos para hacer más grande el mar y excitar a las olas con nuestro movimiento, ven, vamos a hundirnos, vamos al centro del mar, allí donde pequeños peces equivocados muerden nuestras piernas como diría Jaime, Jaime Sabines naturalmente, sumérgete de prisa, deja que el mar vista tu cuerpo, tengo amor, estoy lleno de ti, y quiero perderme en este mar enfurecido.

Alejandro Macías

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miércoles, 5 de junio de 2013

La toma

La acción fue rápida esa noche. No se perdió ni un solo instante; en cuestión de minutos clausuraron las puertas, encadenándolas, poniendo la bandera rojinegra y los carteles que decían: “HERMANO, REHUSA SERVIR EN ESTE CASTILLO: LAS CADENAS QUE NOS DAN ESTÁN DESAFINADAS. UNIDOS VENCEREMOS. FANTASMAS ASOCIADOS”.

Alejandro González Ruiz

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martes, 4 de junio de 2013

Las monedas

Y en los últimos estertores de la asfixia, el ahorcado abrió su mano y entre sus dedos aparecieron las treinta monedas de plata.

Alberto Huerta

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lunes, 3 de junio de 2013

Rutina

Sacó la llave y entró.

Todo estaba como lo había dejado en la mañana.

Pasó por la cocina con más cansancio que apetito y se dirigió a la recámara.

Dejó al entrar sus zapatos y, descalza, se puso frente al espejo. Desabotonó el vestido que cayó a sus pies, lo recogió y lo lanzó sobre la silla. Se quitó luego el fondo y la ropa interior. Siguió con los pasadores que sostenían la peluca y todo se fue a apilar sobre lo demás. Cuidadosamente se arrancó las pestañas postizas y las dejó sobre el tocador. Se quitó la cara y siguió con el cuerpo. Ya libre de todos sus atuendos, la mano se arrastró hasta el lecho, subió por las cobijas y se acurrucó entre las sábanas esperando que sonara el despertador del nuevo día.

Alán Kh. José

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domingo, 2 de junio de 2013

Definicion

Nene: un canal alimenticio con una voz aguda en un extremo y sin responsabilidad alguna en el otro.

Adanson

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sábado, 1 de junio de 2013

De patos agresores y escopetas inermes

La insinuación de que los patos le puedan tirar a las escopetas, fue una idea urdida por las propias escopetas para hacer ver a los patos como agresores y pasar ellas por blancos inermes. Ante el hecho cada vez más frecuente de que los patos escaparan a sus perdigones, quienes más se empeñan en difundirla fueron los de doble cañón. Era una manera astuta —alardeaban— de matar dos pájaros de un tiro: seguir participando en el viril deporte de perforar patos sin riesgo de desprestigio y, en caso de conflicto, emplear el recurso de culparlas por trastocar las reglas del juego.

Abraham Nuncio

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