—Y usted, cielo ¿adónde va?
—Yo voy a mi casa, a encerrarme bajo veinte llaves. A ti, que me gustas, te voy a regalar una, la última de mi recámara.
Los hombres acudían a casa de Dolores con toda la desesperación del deseo de la realización imposible. Una vida no alcanzaría para rendir a una tal mujer, fuerte, bella y casta. María de los Dolores.
J. A. Manrique
fuente: http://minisdelcuento.wordpress.com/