viernes, 4 de octubre de 2013

Bastaría con abrir la puerta

Habiendo vagado siempre por el camino de la pertinaz cotidianidad, de pronto le invadió la certidumbre de que el final estaba cercano y que además era inevitable. Entonces, por primera vez en su caminar, se detuvo y contempló el horizonte. Pudo ver lo que anticipaba la proximidad de la obscuridad absoluta. Pudo escuchar el eco, que rebotaba de confín a confín, de las voces proferidas por las multitudes beligerantes que se disputaban la irrelevante prenda de la felicidad. Así, tratando de evitar verse engullido por aquel desatinado padecer colectivo, reunió los restos desperdigados de su energía sobrante y se adentró en las reconditeces de su propio ser. Intuyó que la única alternativa radicaba en rescatar aquello de lo que había sido despojado en el instante mismo de su concepción, pero fue tan grande el ímpetu de su deseo, que se olvidó de descifrar el verdadero significado de su búsqueda y se extravió en los múltiples senderos que tiene el retorno.

Todo esto sucedió en tiempo tan remoto que podría afirmar que está aconteciendo ahora. Por eso, si quisiéramos conocer al protagonista de esta historia, bastaría con abrir la puerta y dejarlo entrar, o tal vez permitirle salir.

Javier Barrientos G. 
fuente: http://minisdelcuento.wordpress.com/




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