La Bella Durmiente por fin despierta y mira asombrada al príncipe.
No entiende cómo aquel viejo hombre, canoso y con arrugas, pueda ser su verdadero amor.
Pero él sonríe, la abraza, la toma entre sus brazos y la besa amorosamente.
Platican, se conocen, ríen a carcajadas, y ella se va convenciendo de que él es su alma gemela.
Más cuando se ve en el espejo...
Hector Ugalde UCH.