Día tras día, verdulería tras verdulería, supermercados y badulakes. No encuentro, no hay más cebollas sonrientes.
Mira que lloré y lo a poco que me supo. Necesitaría diez cebollas sonrientes más para llorar todo lo que me falta, todo lo que me sobra, todas las espaldas que no acaricié, todos los sitios a los que no fui, todas las veces que aparté la mirada, todos los cuentos que ya no escribo.
Diago Lezaun
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