jueves, 27 de febrero de 2014

Celebración de la fantasía

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo
-Y anda bien -le pregunté
-Atrasa un poco -reconoció.

Eduardo Galeano

 

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lunes, 24 de febrero de 2014

Como cada domingo

Hay algo que me sorprende mucho del dueño de los dedos que me toman del mango, y es su capacidad de disfrutar lo que hace conmigo cada amanecer del domingo. Siempre es igual. Después del acto los dos esperamos a oscuras, inmóviles, a que los primeros rayos del sol que entran por la pequeña ventana del baño iluminen y transformen de tono la sangre que yace, aún tibia, sobre el mármol blanco. Yo siempre espero inquieto a que llegue el momento en que me necesite, y él espera sentado, quieto, sobre la tasa del baño, escuchando el silencio que solo puede apreciar después de los gritos. Así como un hombre que termina de rezar espera a que Dios le conceda su más grande deseo, mi dueño espera a que esta vez el sol sí le enseñe algo más acerca de ese líquido vital. Pero apenas la sangre es asaltada por un pequeño rayo de luz y observo cómo él se levanta hirviendo en ira, mientras balbucea cosas que solo una bestia mítica entendería. Entonces un mar espeso de jabón, jergas y cabellos surcan el piso. Lo del cuerpo tirado es lo de menos, es la sangre lo que a él le interesa. Y es lo que hace conmigo al final lo que disfruta más. Es el sonido de mis cerdas arrancando la sangre que se aferra a las hendiduras entre pieza y pieza del mármol. Son esos cráteres casi invisibles, esas burbujas microscópicas de cemento que se llenan de sangre las que mis cerdas deben alcanzar para limpiar por completo, con cuidado, cada surco, nada sucio, matar el rojo por completo, que sólo quede el blanco aséptico y el olor a cloro. Cuando está todo listo él suspira hondo y observa el baño por unos segundos. Sonríe, entonces yo sé que es el momento de regresar a ese vaso transparente en la orilla de la ventana, y esperar a que la próxima semana él me tome del mango con sus dedos y le de sentido a mi existir.

Paulina Treviño



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domingo, 23 de febrero de 2014

Epílogo

Cuando escribió la palabra “fin” se dio cuenta de que su personaje aún respiraba, pero ya era tarde para ayudarlo, así que cerró la pluma y lo dejó morir.

Alvaro Barnagán García

 

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jueves, 20 de febrero de 2014

Abordaje

Tres hombres de aspecto salvaje abordan mi casa y, machete en mano, me exigen que escriba un cuento de gatos. Los ignoro y, según suelo hacer los domingos, escribo una sencilla historia de piratas.

Choan C. Gálvez



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miércoles, 19 de febrero de 2014

Salvo excepciones

En la sala repleta circuló un aire helado cuando don Luciano, con todo el peso de su prestigio y su insobornable capacidad de juicio, al promediar su conferencia tomó aliento para decir: “Como siempre, quiero ser franco con ustedes. En éste país, y salvo excepciones, mi profesión está en manos de oportunistas, de frívolos, de ineptos, de venales”.

A la mañana siguiente su secretaria le telefoneó a las ocho: “Don Luciano, lamento molestarlo tan temprano, pero acaban de avisarme que, frente a su casa, hay como quinientas personas esperándolo”. “¿Ah, si?” dijo el profesor de buen ánimo. “¿Y qué quieren?”.”Según dicen pretenden expresarle su saludo y admiración.” “Pero, ¿quienes son?”. “No lo sé con certeza, Don Luciano. Ellos dicen que son las excepciones.”

Mario Benedetti

 

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lunes, 17 de febrero de 2014

Instante

En el interior de una cueva se miran dos estatuas, una de oro y otra de piedra. La vio y la tocó. Juntos permanecen Midas y Medusa.

I&AenElDiván



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sábado, 15 de febrero de 2014

El puñal

En un cajón hay un puñal. Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis Melián Lafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; Evaristo Carriego lo tuvo alguna vez en la mano.

Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierte que hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretar la empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juega con precisión en la vaina.

Otra cosa quiere el puñal. Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algún modo eterno, el puñal que anoche mató un hombre en Tacuarembó y los puñales que mataron a César. Quiere matar, quiere derramar brusca sangre.

En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal con su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres.

A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan apacible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.

Jorge Luis Borges

 

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viernes, 14 de febrero de 2014

ATRACCIÓN

Llega la maestra al salón de clases. Observa la manzana golpeada en su escritorio. Voltea hacia sus alumnos; el de la cabeza lastimada le sonríe. Creo que tiene algo que decirme el pequeño Newton.

I&AenElDiván




jueves, 13 de febrero de 2014

Los nadies

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Eduardo Galeano.




martes, 11 de febrero de 2014

Tu sangre en otro mundo

Si postulo la existencia de un universo donde todo sea transparente, ¿veré latir tu corazón enamorado de mí? ¿Veré tu sangre oscura paseándose lentamente por las venas? ¿Veré la sangre roja y veloz de tus arterias alimentando nuestro amor? ¿O también allí vas a querer a otra?...

Ana María Shua




lunes, 10 de febrero de 2014

Exclusión

Le informamos que, debido a la naturaleza de su trabajo, el seguro de gastos médicos de nuestra compañía no puede cubrirlo en cuestión de lesiones de cuello o espalda. Espero con esto haber resuelto todas sus dudas señor Atlas.

Atte. Guillermo Osuna gerente regional de Seguros de Occidente.







sábado, 8 de febrero de 2014

Cow Parade

La última vaca pintarrajeada salvó el pellejo trepándose como gato a lo alto de una pared. Han llenado la ciudad de artificiales flores coloreadas para tentarla. Pero ella resiste.

Amorfo el Metamorfo



32

Pelando zanahorias me corto un dedo. De la herida brotan gotas de alquitrán que manchan el parquet. Tratando de limpiarlo, hago un agujero en el piso. En el departamento de abajo hay una reunión de cátedra. Entre los profesores estoy yo. Al levantar la vista me descubro espiando. Eso te pasa por pelar zanahorias, me digo, muy enojada.

Ana Maria Shua



viernes, 7 de febrero de 2014

Cuando no bastan las sienes

Juega a la ruleta rusa todos los dias, ya le quedan pocos lugares donde dispararse.

Guillermo Osuna



jueves, 6 de febrero de 2014

Subraye las palabras adecuadas

Una mañana tarde noche el niño joven anciano que estaba moribundo enamorado prófugo confundido sintió las primeras punzadas notas denotaciones reminiscencias sacudidas precursoras seguidas creadoras multiplicadoras transformadoras extinguidoras de la helada la vacación la transfiguración la acción la inundación la cosecha. Pensó recordó imaginó inventó miró oyó talló cardó concluyó corrigió anudó pulió desnudó volteó rajó barnizó fundió la piedra la esclusa la falleba la red la antena la espita la mirilla la artesa la jarra la podadora la aguja la aceitera la máscara la lezna la ampolla la ganzúa la reja y con ellas atacó erigió consagró bautizó pulverizó unificó roció aplastó creó dispersó cimbró lustró repartió lijó el reloj el banco el submarino el arco el patíbulo el cinturón el yunque el velamen el remo el yelmo el torno el roble el caracol el gato el fusil el tiempo el naipe el torno el vino el bote el pulpo el labio el peplo el yunque, para luego antes ahora después nunca siempre a veces con el pie codo dedo cribarlos fecundarlos omitirlos encresparlos podarlos en el bosque río arenal ventisquero volcán dédalo sifón cueva coral luna mundo viaje día trompo jaula vuelta pez ojo malla turno flecha clavo seno brillo tumba ceja manto flor ruta aliento raya, y así se volvió tierra.

Luis Britto García




martes, 4 de febrero de 2014

Natación

He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogado de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante del hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.

No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico, a primera vista se pensaría en los estertores de la muerte, sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.

Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.

Virgilio Piñera



domingo, 2 de febrero de 2014

Los dos reyes y los dos laberintos

Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde.

Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto.

Cabalgaron tres días, y le dijo: “Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso.” Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.

Jorge Luis Borges



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