sábado, 9 de noviembre de 2013

El profeta menor

En un principio los hombres estaban sumidos en el inconsciente colectivo. La palabra aún no se formaba el rostro de las cosas, los hijos nacían sin saber quiénes eran sus padres y jóvenes andaban los caminos de una existencia sin límites; no había pasado ni futuro.

El transcurso del tiempo solo era conocido por el ignoto polvo transportado en los velos del aire, la quietud dominaba al universo, los seres y las cosas vivían en perpetuo romance.

El hombre miraba al cielo por los ojos de los árboles y era mecido por el viento con la misma armonía que se mecen las ramas. No había nombres, no había dioses, no había misterios; el sonido era un manto suave que soñaban los días y las noches.

Nadie sabía de nadie, la esperanza era oscura; estaba debajo de los párpados. No había principios, ni había fines, los brazos volaban en pos de las estrellas, los ojos y la lengua no descubrían aún la miel de su amor.

Sólo el mar; solo el mar sabía. Tenía preso en sus fondos al tiempo y a sus playas llegaban a veces lejanos rumores que estrujaban el alma, de puro miedo; como hoy.

José Lorenzo 
fuente: http://minisdelcuento.wordpress.com/


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