¡Qué feo!
G.O.
G.O.
¿Qué puede ser más monstruoso que nuestro propio juicio? Sin ir más allá, el espejo te escupe tus deformidades en la cara por las mañanas y te pregunta por qué chingados no eres normal. Y todos los normales, en todos los espejos, en todas las mañanas, se dicen lo mismo, y son tantos, que ese grito multitudinario te ensordece y te revela que en verdad existe algo más monstruoso: escuchar sus juicios, atrapado en una celda imaginaria, y hacerlos propios.
Guillermo Osuna