Ella se había puesto su perfume favorito sin saberlo. Como un vulgar ladrón se volvió a colar por su ventana para visitarla una noche más atraído por su delicioso aroma a jazmín. Como fetichista reconocido de sus pies no dudó ni un segundo en aterrizar sobre uno de ellos y detenerse unos breves instantes, eso sí, antes de clavarle sin piedad de nuevo su aguijón y chuparle como un vampiro sediento su Cero positivo y entonces la despertó, dejandole en su piel durante dias su asquerosa marca de mosquito tigre.
Natalia Pérez Agulló
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