Iba yo por un sueño que no era un sueño sino un camino, y en ese camino me topé con una mujer que no era una mujer sino un sueño.
José Manuel Guntín
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sábado, 30 de noviembre de 2013
martes, 26 de noviembre de 2013
Viaje de ida
El hombre miró el horizonte haciendo sombra con las manos sobre los ojos. Había perdido la noción del tiempo y el sólo hecho de subir la pequeña colina para atisbar le enfadaba. Esta vez, como siempre, encontró su mar azul sin una mancha. Así que después de mirar un rato comenzó el descenso. Tenía la barba hasta el pecho como un verdadero náufrago, la ropa hecha jirones y al andar apoyaba el cuerpo en una vara. En ese instante una imagen vieja y olvidada lo hizo detenerse. Recordó su pasión por las aventuras y se vio entonces muy joven, sentado en un sillón de mimbre, absorto en la lectura de un libro sin final; donde aparecía un náufrago con la barba hasta el pecho y la ropa hecha jirones, que, apoyado en una rama, descendía de una colina.
José Luis Somoza Jiménez
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José Luis Somoza Jiménez
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sábado, 23 de noviembre de 2013
Sonrisas en el ocaso
Todas las tardes pasa un autobús blanco con los niños huérfanos que recogió de la escuela. Me dan tristeza su orfandad y mis brazos vacíos. Algunas veces hacen travesuras. Su capacidad de sobrevivencia es admirable. Siempre que me ven, sonríen. Mientras el autobús se aleja voltean por las ventanillas y sus caritas risueñas alegran por un instante mi ocaso.
Laura Pini
Laura Pini
Viaje a la infancia
Ese domingo despertó con mucho sueño todavía. Abrió la ventana que se hallaba exactamente encima de su cabeza. Observó que la mañana era bella, el aire que se había colado por la ventana le hizo esbozar una sonrisa y, aspirando profundamente, ensanchó su velludo y poderoso tórax guardando así el aire fresco de la aurora boreal unos momentos, después con un ¡aaahhh! expulsó el aire de sus pulmones. Estiró la mano y alcanzó la grabadora, prendió el radio deslizando un oscuro botón; Radio Educación/Cuentos para niños, un programa de Rocío Sáinz.
Sin darse cuenta se sumergió profundamente en las canciones infantiles de América latina a la par que algunos recuerdos de su infancia se disparaban vertiginosamente en su mente gris.
Sintió melancolía por los tiempos idos hacía veinte años por lo menos, sus ojos se tornaron vidriosos y un nudo hizo acto de presencia en su garganta. ¿Qué me pasa? alcanzó a pensar antes de soltarse a llorar y patalear como un niño. La puerta de su cuarto se abrió y entró mamá un tanto alarmada a cambiarle de pañal.
José Luis P. Barboza
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Sin darse cuenta se sumergió profundamente en las canciones infantiles de América latina a la par que algunos recuerdos de su infancia se disparaban vertiginosamente en su mente gris.
Sintió melancolía por los tiempos idos hacía veinte años por lo menos, sus ojos se tornaron vidriosos y un nudo hizo acto de presencia en su garganta. ¿Qué me pasa? alcanzó a pensar antes de soltarse a llorar y patalear como un niño. La puerta de su cuarto se abrió y entró mamá un tanto alarmada a cambiarle de pañal.
José Luis P. Barboza
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jueves, 21 de noviembre de 2013
Monstruo
¡Qué feo!
G.O.
G.O.
¿Qué puede ser más monstruoso que nuestro propio juicio? Sin ir más allá, el espejo te escupe tus deformidades en la cara por las mañanas y te pregunta por qué chingados no eres normal. Y todos los normales, en todos los espejos, en todas las mañanas, se dicen lo mismo, y son tantos, que ese grito multitudinario te ensordece y te revela que en verdad existe algo más monstruoso: escuchar sus juicios, atrapado en una celda imaginaria, y hacerlos propios.
Guillermo Osuna
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martes, 19 de noviembre de 2013
La máscara
Una y otra vez desgarró su piel frente al espejo, tratando de quitar la máscara que cubría su rostro. Una y otra vez. De pronto se detuvo, no tenía caso proseguir: la máscara era su verdadero rostro.
José Luis López Goytia
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José Luis López Goytia
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sábado, 16 de noviembre de 2013
La creación
En el quinto día de la Creación había luz, estrellas, planetas, agua, plantas, animales… Dios, inconforme con su obra, decidió destruirla: el sexto día creó al hombre y, desde el séptimo, descansa observándonos.
José Luis Hernández Marín.
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José Luis Hernández Marín.
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martes, 12 de noviembre de 2013
Las hormigas y la hora cero
Las hormigas simulan una existencia discreta mientras preparan el hundimiento general de la tierra. Desde la noche de los tiempos, las hormigas vienen trabajando en los grandes fondos para sepultar al hombre en el más descomunal desmoronamiento de los valores éticos y materiales. De acuerdo con esto, sobre la caída del hombre, establecerán un eterno imperio de inflexibles hormigueros.
Testarudas, tenaces, las hormigas solamente llevan en la cabeza el pensamiento puro del final del hombre. La tarea de cada una consiste en arrasar una docena de pulgadas de mundo. Mientras nos reblandecen, no dejan de repetirse con encono: “Ya verán estos cabrones”. Y no descansan. Mueren apenas logran cumplir su docena de pulgadas y la hormiga que no lo consigue es víctima de un rito indecoroso. Los relevos en su trabajo de muerte se verifican de esta manera: Durante verano, unos contingentes acopian alimentos mientras los otros nos siguen socavando. A veces ha parecido que el trabajo está a punto, y algunas hormigas no se explican que no haya llegado ya el día del derrumbe. Pero sucede que carecen de comunicación. Aspirando a que el mundo sea derribado todo a un tiempo, no saben cómo anda la tarea en otras latitudes. Por esta causa el cataclismo ha venido siendo aplazado azarosamente.
Se indica a todos los seres humanos que eliminen a todas las hormigas que les sea posible, especialmente a las que deambulan en puertos, aeropuertos, cabinas telefónicas, comandos de radares, etcétera, etcétera. Evitar que se comuniquen es prolongar nuestra salvación.
Por lo que resta, no se puede impedir que las hormigas prosigan resquebrajándonos.
Puede que quizás se deba confiar en que las hormigas, todas las de todas partes, jamás logren comunicarse entre sí el hecho de que ya nos llegó la hora cero.
Pero imploremos para que las hormigas no crean jamás en presentimientos. Porque si presienten que nos tienen en un hilo de tierra, nos van a hundir de una buena vez.
José Luis García
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Testarudas, tenaces, las hormigas solamente llevan en la cabeza el pensamiento puro del final del hombre. La tarea de cada una consiste en arrasar una docena de pulgadas de mundo. Mientras nos reblandecen, no dejan de repetirse con encono: “Ya verán estos cabrones”. Y no descansan. Mueren apenas logran cumplir su docena de pulgadas y la hormiga que no lo consigue es víctima de un rito indecoroso. Los relevos en su trabajo de muerte se verifican de esta manera: Durante verano, unos contingentes acopian alimentos mientras los otros nos siguen socavando. A veces ha parecido que el trabajo está a punto, y algunas hormigas no se explican que no haya llegado ya el día del derrumbe. Pero sucede que carecen de comunicación. Aspirando a que el mundo sea derribado todo a un tiempo, no saben cómo anda la tarea en otras latitudes. Por esta causa el cataclismo ha venido siendo aplazado azarosamente.
Se indica a todos los seres humanos que eliminen a todas las hormigas que les sea posible, especialmente a las que deambulan en puertos, aeropuertos, cabinas telefónicas, comandos de radares, etcétera, etcétera. Evitar que se comuniquen es prolongar nuestra salvación.
Por lo que resta, no se puede impedir que las hormigas prosigan resquebrajándonos.
Puede que quizás se deba confiar en que las hormigas, todas las de todas partes, jamás logren comunicarse entre sí el hecho de que ya nos llegó la hora cero.
Pero imploremos para que las hormigas no crean jamás en presentimientos. Porque si presienten que nos tienen en un hilo de tierra, nos van a hundir de una buena vez.
José Luis García
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domingo, 10 de noviembre de 2013
A manera de disculpa
Afecticimo señor Edmundo Balades
Despues de aver adsorvido todo el conosimiento que pudieron vrindarme los jrandes poetas clacicos mi atension pose en la naracion espesialmente en el cuento.
Le mentiria si le digera que no tenjo influensia de Oracio Qiroja Alan Po Tito Monteroso i otros mas
Tanbien quero antisiparle que e leido muchos livros que descriven detayadamente como se ase para escrivir i cuales son las características de un cuento es por eso que oy con la confiansa que da la preparasión le ago yagar mi favuloso cuento el que es vrebe sircular i trata de pocos personages
Sin mas i esperando ber publica mi ovra en su prestijiosa rebista ai se la mando
P D Si por algun descuido cometi algun eror suplicole dispensarme pero soi un poco zordo i corto de bista
José Luis Beltrán
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Despues de aver adsorvido todo el conosimiento que pudieron vrindarme los jrandes poetas clacicos mi atension pose en la naracion espesialmente en el cuento.
Le mentiria si le digera que no tenjo influensia de Oracio Qiroja Alan Po Tito Monteroso i otros mas
Tanbien quero antisiparle que e leido muchos livros que descriven detayadamente como se ase para escrivir i cuales son las características de un cuento es por eso que oy con la confiansa que da la preparasión le ago yagar mi favuloso cuento el que es vrebe sircular i trata de pocos personages
Sin mas i esperando ber publica mi ovra en su prestijiosa rebista ai se la mando
P D Si por algun descuido cometi algun eror suplicole dispensarme pero soi un poco zordo i corto de bista
José Luis Beltrán
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sábado, 9 de noviembre de 2013
El profeta menor
En un principio los hombres estaban sumidos en el inconsciente colectivo. La palabra aún no se formaba el rostro de las cosas, los hijos nacían sin saber quiénes eran sus padres y jóvenes andaban los caminos de una existencia sin límites; no había pasado ni futuro.
El transcurso del tiempo solo era conocido por el ignoto polvo transportado en los velos del aire, la quietud dominaba al universo, los seres y las cosas vivían en perpetuo romance.
El hombre miraba al cielo por los ojos de los árboles y era mecido por el viento con la misma armonía que se mecen las ramas. No había nombres, no había dioses, no había misterios; el sonido era un manto suave que soñaban los días y las noches.
Nadie sabía de nadie, la esperanza era oscura; estaba debajo de los párpados. No había principios, ni había fines, los brazos volaban en pos de las estrellas, los ojos y la lengua no descubrían aún la miel de su amor.
Sólo el mar; solo el mar sabía. Tenía preso en sus fondos al tiempo y a sus playas llegaban a veces lejanos rumores que estrujaban el alma, de puro miedo; como hoy.
José Lorenzo
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El transcurso del tiempo solo era conocido por el ignoto polvo transportado en los velos del aire, la quietud dominaba al universo, los seres y las cosas vivían en perpetuo romance.
El hombre miraba al cielo por los ojos de los árboles y era mecido por el viento con la misma armonía que se mecen las ramas. No había nombres, no había dioses, no había misterios; el sonido era un manto suave que soñaban los días y las noches.
Nadie sabía de nadie, la esperanza era oscura; estaba debajo de los párpados. No había principios, ni había fines, los brazos volaban en pos de las estrellas, los ojos y la lengua no descubrían aún la miel de su amor.
Sólo el mar; solo el mar sabía. Tenía preso en sus fondos al tiempo y a sus playas llegaban a veces lejanos rumores que estrujaban el alma, de puro miedo; como hoy.
José Lorenzo
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jueves, 7 de noviembre de 2013
Mientras cesa la lluvia
Extraña es la sensación que me produce observar las enormes gotas que incesantemente se precipitan sobre el áspero terreno, desperdigándose a su vez en otras más pequeñas.
Mi explícita memoria aprisionaba mis estultos pensamientos que revolotean en mis atrofiados sentidos.
Mis labios reclaman el derecho que por sí les corresponde: el habla. Mi extraviado cuerpo clama el estatismo de mis piernas, más ninguna de las dos cosas puedo remediar…
Mis pensamientos fueron cortados violentamente…
—Mira, Juan, ese es el que traicionó a mi General Villa. Lo colgaron sin piedad, pero yo creo que deberían haberlo hecho sufrir antes de matarlo, ahora ya no recibirá castigo alguno.
—Pos, quien sabe hermano, a lo mejor se esta quemando entre las llamas del meritito infierno.
La tormenta era llovizna…
Mi cuerpo humedecido goteó sobre el lodoso suelo que jamás volveré a pisar.
José Liberty
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Mi explícita memoria aprisionaba mis estultos pensamientos que revolotean en mis atrofiados sentidos.
Mis labios reclaman el derecho que por sí les corresponde: el habla. Mi extraviado cuerpo clama el estatismo de mis piernas, más ninguna de las dos cosas puedo remediar…
Mis pensamientos fueron cortados violentamente…
—Mira, Juan, ese es el que traicionó a mi General Villa. Lo colgaron sin piedad, pero yo creo que deberían haberlo hecho sufrir antes de matarlo, ahora ya no recibirá castigo alguno.
—Pos, quien sabe hermano, a lo mejor se esta quemando entre las llamas del meritito infierno.
La tormenta era llovizna…
Mi cuerpo humedecido goteó sobre el lodoso suelo que jamás volveré a pisar.
José Liberty
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martes, 5 de noviembre de 2013
Atraco
El hombre millonario, se paseaba apaciblemente por las calles céntricas de la ciudad, de pronto, fue asaltado violentamente… por una duda… había olvidado su chequera.
José de Jesús Gutiérrez Romo
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José de Jesús Gutiérrez Romo
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domingo, 3 de noviembre de 2013
Candidato
Aquella mañana, al ver su cabeza calva en el espejo del baño, Salinas de Gortari tuvo la revelacion de que la única manera de que volviera el PRI a un país lleno de zombies hambrientos era con un candidato que no corriera ningún peligro: Peña Nieto sin duda alguna.
Guillermo Osuna
Guillermo Osuna
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El muerto
Deambulé un antitiempo. Una lucesita en las infinitas tinieblas. Me aboqué esperanzador a ella. Cruzando remolinos tenebrosos, llegué. Silencio inmortal. Era la boca del infierno.
José Bucio Correa
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José Bucio Correa
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viernes, 1 de noviembre de 2013
Miedo
De un salto el gato le cortó el paso y le suspendió la vida (poniéndosela en un hilito) al ratón. Lo natural, lo normal, lo lógico, hubiera sido que el ratón, dando marcha atrás, o sacándole la vuelta, huyera. Pero no, ahí se quedó, inmóvil, como buscando la muerte.
El gato levantó la zarpa de afiladas garras; un solo segundo bastaría para segar la vida del infeliz ( ) roedor. No vio miedo, ni pavor, no vio nada… sólo un ratón que no reaccionaba como los demás. —Pinche loco, (pensó el gato), dándose la vuelta.
José Antonio Medina Islas
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El gato levantó la zarpa de afiladas garras; un solo segundo bastaría para segar la vida del infeliz ( ) roedor. No vio miedo, ni pavor, no vio nada… sólo un ratón que no reaccionaba como los demás. —Pinche loco, (pensó el gato), dándose la vuelta.
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