sábado, 31 de diciembre de 2011

Aquí, allí, en todas partes

Desparramado, tras el accidente.

Federico G. Rudolph
Informático, Escritor y Periodista
federicorudolph.wordpress.com



jueves, 29 de diciembre de 2011

Los marcianos sí existen

La bola de fuego atravesó de lado a lado nuestro campo. Me acerqué y esperé. Una extraña criatura salió temblorosa de la destrozada cápsula. Lo comprobé con mis popios ojos: Los terrícolas sí existen.

Federico G. Rudolph
Informático, Escritor y Periodista
federicorudolph.wordpress.com




miércoles, 28 de diciembre de 2011

Triángulo criminal

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el "occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo, queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo mató a usted.

Raúl Brasca.



martes, 27 de diciembre de 2011

Fin

El profesor Jones trabajó en la teoría del tiempo durante muchos años.

-Y he encontrado la ecuación clave – informó a su hija, un día – El tiempo es un campo. Esta máquina que he hecho puede manipular, incluso invertir, ese campo.

Oprimiendo un botón mientras hablaba, prosiguió:
- Esto debe hacer correr el tiempo hacia hacia tiempo el correr hacer debe esto. Prosiguió hablaba mientras botón un oprimiendo.

- Campo ese, invertir, incluso e, manipular puede hecho he que máquina esta. Campo un es tiempo el.- Día un, hija su a informó. – Clave ecuación la encontrado he y-

años muchos durante tiempo del teoría la en trabajó Jones profesor El.

Fin.

Fredric Brown.



domingo, 25 de diciembre de 2011

Telequinesia

-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba. El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa, llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera. -Esto es increíble- exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.

Raúl Brasca.



sábado, 24 de diciembre de 2011

Todo tiempo futuro fue peor

Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud. Se escondió en la copa un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica. La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder.Dejó la cinta y pasó a la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se escondió en el árbol, dejó el árbol y buscó a la policía. Anoche puso el pecho a las balas que lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente muerto.

Clara Obligado.



viernes, 23 de diciembre de 2011

Longevidad

No son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que mata. Morimos cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la vida al nacer: derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del derecho brotan cinco, todo en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el peine justo cien cabellos; o vemos brillar la hoja de acero dos segundos antes de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los signados con posibilidades muy remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho veces en perfecta sincronía con tres de sus nietos.

Luis Chitarroni y Raúl Brasca.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

La más absoluta certeza

Pocas certezas es posible atesorar en este mundo. Por ejemplo, Marco Denevi duda con ingenio de la existencia de los chinos. Y sin embargo yo sé que en este momento usted, una persona a la que no puedo ver, a la que no conozco ni imagino, una persona cuya realidad (fuera de este pequeño acto que nos compete) me es completamente indiferente, cuya existencia habré olvidado apenas termine de escribir estas líneas, usted, ahora, con la más absoluta certeza, está leyendo.

Ana María Shua.



lunes, 19 de diciembre de 2011

Siempre hay excusa para salir a beber

Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: -"Con alcohol o sin alcohol?"
Me cambié otra vez de sitio y contesté:
-"Con alcohol, imbécil!"
-"Imbécil será usted!", me respondí.
-"A mí nadie me trata así", contesté, "me voy a otro bar". Al salir di un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

Jesús Alonso.



sábado, 17 de diciembre de 2011

Equivocación

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican dónde es arriba y dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar la emprendió por el cielo; y como se sabe que el cielo es infinito no ha regresado aún y nadie sabe dónde está.

Karel Capek.



viernes, 16 de diciembre de 2011

Se quiso quedar

Todos los patitos se fueron a bañar y el más chiquitito se quiso quedar. El sabía porqué: el compuesto químico que había arrojado horas antes en el agua del estanque dio el resultado previsto.

Mamá Pata no volvió a pegarle: a un hijo repentinamente único se lo trata – como es natural-, con ciertos miramientos.

Ana María Shua.



miércoles, 14 de diciembre de 2011

La fe y las montañas

Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.

Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.

Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

Augusto Monterroso.



lunes, 12 de diciembre de 2011

La oveja negra

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en los sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

Augusto Monterroso.



domingo, 11 de diciembre de 2011

Mi Hermano

Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.

Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y los que a la postre, determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.

Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine -aunque ello me costara el final de la película.

Un día me distraje y mi hermano salió antes que yo a la calle, y mientras me miraba con aquella sonrisa adorable, un coche se lo llevó por delante. Recuerdo que mi madre, al oír el golpe, salió de la casa y pasó ante mí corriendo y gritando mi nombre, con los brazos extendidos hacia el cadáver de mi hermano. Yo nunca la saqué del error.

Rafael Novoa.



sábado, 10 de diciembre de 2011

La Certeza

Después de cuatro horas de tortura, el Apache y los otros dos cuilios le echaron un balde de agua al reo para despertarlo y le dijeron: «Manda decir el Coronel que te va a dar una chance de salvar la vida. Si adivinás quién de nosotros tiene un ojo de vidrio, te dejaremos de torturar».

Después de pasear su mirada sobre los rostros de sus verdugos, el reo señaló a uno de ellos: «El suyo. Su ojo derecho es de vidrio».

Y los cuilios asombrados dijeron: «¡Te salvaste! Pero ¿cómo has podido adivinarlo? Todos tus cheros fallaron, porque el ojo es americano, es decir, perfecto».

«Muy sencillo -dijo el reo, sintiendo que le venía otra vez el desmayo- fue el único ojo que no me miró con odio».

Roque Dalton.



miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Gran Viaje de la Hormiga

“Ahhh… ya he conocido el mundo”, se dijo una hormiga, al cabo de su recorrido por una nervadura, de una hoja, de una rama, de un olivo, de un bosque, de un país plagado de árboles.

Dijo eso la hormiga y regresó a su casa en paz con su alma, para no volver a salir jamás.

Rafael Mondón.



martes, 6 de diciembre de 2011

El verdugo

Cuenta la historia que había una vez un verdugo llamado Wang Lun, que vivía en el reino del segundo emperador de la dinastía Ming. Era famoso por su habilidad y rapidez al decapitar a sus víctimas, pero toda su vida había tenido una secreta aspiración jamás realizada todavía: cortar tan rápidamente el cuello de una persona que la cabeza quedara sobre el cuello, posada sobre él.

Practicó y practicó y finalmente, en su año sesenta y seis, realizó su ambición. Era un atareado día de ejecuciones y él despachaba cada hombre con graciosa velocidad; las cabezas rodaban en el polvo. Llegó el duodécimo hombre, empezó a subir el patíbulo y Wang Lun, con un golpe de su espada, lo decapitó con tal celeridad que la víctima continuó subiendo. Cuando llegó arriba, se dirigió airadamente al verdugo:

-¿Por qué prolongas mi agonía? -le preguntó-. ¡Habías sido tan misericordiosamente rápido con los otros!

Fue el gran momento de Wang Lun; había coronado el trabajo de toda su vida. En su rostro apareció una serena sonrisa; se volvió hacia su víctima y le dijo:

-Tenga la bondad de inclinar la cabeza, por favor.

A. Koestler




domingo, 4 de diciembre de 2011

Historia del joven celoso

Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.

Un día le dijo:
-Tus ojos miran a todo el mundo. Entonces, le arrancó los ojos.

Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.y le cortó las manos.“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.

Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.

Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”. Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.

Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.

Henri Pierre Cami.



sábado, 3 de diciembre de 2011

Hablaba y hablaba

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba.

¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Max Aub



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