sábado, 22 de junio de 2013

Iniciación

También a él le dolió el cuerpo al penetrarla. Aunque se desmoronaron sus contornos, ella se humedeció aceptando. Mientras el aire despejaba aquel vaho caliente y sus ojos se desempañaban, el hombre metió la mano en el orificio desmigajado sin tocar la herida y allí regó el puñado de semilla… Entonces arrimó las dos manos sobre el mango de la pala dejando caer su quijada para descansar.

Aura White

fuente: http://minisdelcuento.wordpress.com/



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