Después de tanto sentir el látigo sobre mi espalda, despertar encerrada en un ataúd, cortarme los vellos con tus cuchillos, arreglarme la barba, salir disparada de la boca de un cañón y vivir al borde de la cuerda floja. Ya no me gusta este circo donde tú eres domador, mago, lanzador de cuchillos y maestro de ceremonias.
Guillermo Osuna
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