Agarrar al estúpido lagarto de ojos azules se convirtió en lo más complicado. Algo mucho más difícil que capturar al caballo, al burro, a la oveja o incluso al león. Al tercer día, con el cielo nublado y el diluvio por venir, me dí por vencido. Dios lo quiso así. Cerré la puerta del arca y lo di por extinguido.
Raúl Sánchez Quiles.
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